3 de octubre de 2006

Impresiones paquidérmicas sobre Supreme Power 3: La verdadera cara


Dada mi condición de mero aficionado, se me hace difícil llamar reseña a mis impresiones algo gafapastosas sobre este tercer tomo de Supreme Power, pero al menos intentaré hacerlo con la seriedad (me va a costar…) que esta magnífica serie se merece.

Este tomo continúa directamente de los dos anteriores, por tanto no creo que sea necesario detenerse a comentar el argumento de la serie, ni el historial de sus dos autores, J.M. Strazynski Y Gary Frank.

1. La verdadera cara de Hyperion.
Continúan, pues, las andanzas de Hyperion, versión Marvelita del Superman de la DC, y del resto de versiones de los integrantes de la Liga de la Justicia. A estas alturas, no cabe duda de que tanto el
título de la serie como su desarrollo se centran fundamentalmente en este personaje.

En este tomo tendremos ocasión de ver cómo afronta su nueva situación, una vez que se ha desligado del gobierno de los USA y comienza a asimilar quién es y de dónde viene. Stracynski marca la evolución de Mark Milton enfrentándole a diversas situaciones (escabrosas unas, sutilmente perturbadoras otras...), lo que le sirve para realizar un complejo estudio psicológico sobre este carismático “Dios entre hombres”.

En definitiva, Strazynski, perfectamente complementado por Gary Frank, ha creado una versión de Superman extremadamente realista y desarraigada, un matizadísimo personaje cada vez más consciente de su superioridad física, su marginalidad y, sobre todo, de su nula necesidad por someterse a las normas humanas.


2. Personajes secundarios.
Si no fuera porque la aparente dirección de la serie es la de mostrarnos la constitución del grupo de superhéroes llamado Escuadrón Supremo, se diría que el resto de sus futuros integrantes actúan de meros secundarios cuya única función es la de definir mejor al protagonista.

Esto debería servir como justificación para lo descuidadas que resultan las intervenciones de algunos de ellos, como la princesa Zarda, o la algo desairada “historia de amor” entre Doctor Spectrum y la sirénida Kingsley. Algo más destacables son las presencias de Halcón nocturno, ese Batman racista y todavía más obsesivo que el original, y de Borrón, el único personaje sin un lado oscuro evidente, pero muy lejos de poderse denominar héroe.

Pero sin duda, el personaje secundario que destaca con luz propia en esta serie, convertido en involuntario supervillano de la función, es el gobierno de los USA, personalizado para esta ocasión por el General Richard Alexander, un militar mucho más astuto y maquiavélico que sus antecesores. Straczynski se detiene particularmente en la descripción de este personaje y lo aprovecha para lanzar una crítica nada velada contra la beligerante política estadounidense.


3. ¿Ultimates o Watchmen?
El tono de la colección es también de sobra conocido para los lectores de los tomos previos.
Claramente integrada dentro de la corriente de moda en el cómic norteamericano, la serie describe a estos supuestos héroes desde un punto de vista extremadamente realista, oscuro y en ocasiones espectacular.

Sin embargo, no puedo evitar encontrar a Supreme Power más próxima a la clásica Watchmen que a algo más contemporáneo como Ultimates. Está claro que carece de las pretensiones estilísticas y de exploración del medio que tenía la obra maestra de Alan Moore, pero también es cierto que su principal cometido (entretener aparte) es la ya famosa deconstrucción de un modelo de superhéroe. En este caso, del actual (violento, cínico y con una base muy realista), que además queda perfectamente contextualizado en el presente momento político, cuya paranoia pro-militarista es criticada sin disimulo.

Se podría decir, más bien, que Straczynski homenajea con humildad a Watchmen, como demuestra la secuencia del general Alexander desmontando un reloj, y le añade una década más a modo de posible secuela.

Por último, cabe destacar que, separándose de nuevo de la tendencia actual, rehúye de conducir el argumento mediante una sucesión de golpes de efecto, lo cual es de agradecer.


3. El futuro.
Si bien este tomo recopila los últimos números de Supreme Power como colección, antes de ser renombrada como Squadron Supreme, no cabe duda de que Straczynski sigue haciendo avanzar la serie a su ritmo, sin aparente prisa por terminar de constituír este grupo de “superhéroes” ni de ponerlo a combatir contra supervillanos. Pero lo cierto es que,
bajo el nuevo título y ya inmersa en la línea Marvel Knights (y después en el universo Marvel tradicional), parece previsible que sus intenciones originales se vean alteradas, claudicando con una orientación más comercial.

Por lo que se cuenta, Joe Quesada sugirió este cambio argumentando que una colección de gran calidad como ésta podría multiplicar sus ventas con unos ligeros cambios que suavizaran su contenido. Es decir, dejando de mostrar personajes explícitamente desnudos o reduciendo las dosis de violencia. De momento, la consecuencia más evidente de este cambio de orientación ha sido el reciente abandono de los lápices por parte de Gary Frank, para ser sustituído por el mucho más limitado Mike Deodato Jr.

Personalmente, dudo de que pueda mantenerse el tono adulto de la serie (y de la psicología de sus personajes) eliminando escenas excelentes como la del club de strip-tease o la de las prostitutas enfermas de SIDA. No creo que sólo sea cosa de dejar de dibujar un par de tetas.


En cualquier caso, después de haber leído estos tres tomos, y como dice un buen amigo mío, que nos quiten lo bailado.

  • Trompazos a favor: La impotencia de Super… ehh… de Hyperion ante las víctimas del centro comercial.
  • Pisotones en contra: La escasa relevancia de Zarda y otros secundarios.